miércoles, 29 de diciembre de 2010

En La Bretaña marisco que no está vivo... no está fresco

 La Bretaña es desde tiempos ancestrales una tierra de navegantes y pescadores, la cual concentra buena parte de su economía en la explotación no sólo de las aguas del Canal de la Mancha, sino de las del Mar del Norte y del Océano Atlántico en general, hasta llegar las gélidas aguas que rodean la zona polar, lo que ha llevado a marinos bretones a entablar lazos familiares con los habitantes de la lejana Islandia. ¿Cómo esperar entonces que su comida típica no sean, además de los crepes, los mariscos? 
 Una vez instalados en casa de Lucette en Plouezec, fuimos Plouha, población ubicada a unos 15 kilómetros de distancia. Este día le correspondía el turno de realizar el mercado público tradicional, lo que hace que los habitantes de todas las poblaciones que giran en torno a Paimpol (que viene a ser como el centro subregional), se concentren en medio de su centro histórico, para comprar los productos de la canasta básica, además de ropa (de primera y segunda mano), artesanías, dulces y todo lo que pueda necesitar un bretón. Una especie de Mercado de San Alejo con un poco más de equilibrio entre los alimentos y los demás productos, que tiene una rotación diaria desde tiempos remotos. Así, todos los habitantes de esta zona saben que los martes el mercado es en Paimpol, los miércoles en Plouha, etc. 

Nuestra presencia en el mercado tenía un fin muy claro. Buscar mariscos 'frescos' para llevarlos a la casa de la mamá de Lucette. Cual sería mi sorpresa al enterarme lo que quería decir esta expresión para los bretones. Aquí marisco que no se mueva (obvio, los que se puedan mover... no me imagino una ostra corriendo), no es apetecible ni logrará ser vendido.
Es así como cada comprador debe revisar con mucho cuidado cada cangrejo, para evitar que el candidato a convertirse en su almuerzo, termine 'cazándole' un dedo con las tenazas o que una vez comprados los suculentos manjares para la cena, éstos salgan corriendo al menor descuido. Todo un espectáculo que no sé que tanta acogida tendría en nuestro ámbito, pues no puedo dejar de imaginarme a algunas amigas y amigos 'liberando' en el mar con lágrimas de alegría en los ojos a la langosta que tantos euros nos costó comprar.
Para quienes aún tengan alguna duda, los invito a ver este corto video que tomé en el propio Carreful de Paimpol (no se vaya a creer que es sólo una costumbre en el mercado popular), el cual dista muchísimo de los nuestros... ¡comenzando por la ausencia de la amplia góndola atestada de arepas que ya comienzo a extrañar! 

2 comentarios:

  1. que liberar ni que liberar, liberarlo en la olla lindo, en la olla!!!!

    ResponderEliminar
  2. ¡Me encanta eso de:
    ¡¡Aquí la comida te mira, te sonríe...!!
    ¡Qué gracioso eres!!

    ResponderEliminar