jueves, 6 de enero de 2011

Bayonne: en el corazón del País Vasco francés


Atraídos por el nombre de esta importante ciudad en la que estuvieron 'residiendo' los reyes de España durante la ocupación francesa, Lucette y yo decidimos viajar desde La Bretaña directamente hasta aquí. Fueron más de siete horas manejando, pero hay que reconocer que éstas se hacen más amenas cuando se cuenta con una completa red de autopistas como las francesas. No puedo decir que se conoce mucho, pues son largas venas asfaltadas en las que los carros y camiones pasan a alta velocidad, dejando de lado el disfrute de las ciudades y pequeños pueblos que se esquiva la veloz serpiente, pero sí que tienes la posibilidad de ver cómo te cambian los paisajes, el clima y hasta el idioma a medida que avanzas en el trayecto.

 La ciudad está atravesada por el río Adour, al mismo que se le une a un costado de su centro histórico, el río Nive, generando tres escenarios mágicos: la pequeña Bayona, la Gran Bayona (donde está ubicada la catedral y el centro administrativo) y Saint Espirit, colindante con la célebre y simétrica fortificación de La Citadelle.

 El recorrido por sus calles nos permitió disfrutar de una vieja muralla que tras siglos de vecindad con las casas que defendía, terminó integrándose con ellas sin que se sepa muy bien en la actualidad donde empiezan los espacios públicos y dónde los privados, pero que hacen de la ciudad un refugio para escritores, poetas y estudiantes que necesitan terminar sus tesis (sin que conozca a ninguno en particular).

 Sin embargo, el precio de nuestro feliz y relajado recorrido a pie por Bayonne, lo pagamos al regresar... Comenzábamos a transitar por regiones en las que los carros compiten por los más pequeños espacios y en los que el no ponerle las monedas indicadas al parquímetro trae consigo una multa. Antes de que sean las 10 de la mañana, la ciudad se ve invadida por media centena de policías que recorren sus calles poniendo centenares de multas en un ejercicio que ya se le volvió cotidiano a los habitantes de estas zonas del País Vasco francés, situación que se repite de igual manera al otro lado de la frontera.
Animados por la encargada del hotel que se confesó fiel receptora de al menos tres o cuatro multas al mes por la misma causa, dejamos Francia para continuar el recorrido ahora por carreteras españolas. Historias que comenzaré a desatrasarles en la medida de mis posibilidades.

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